EL HABITANTE
Por: Francisco Cuenca
Los primeros 30 minutos de El habitante no dan pistas sobre sus verdaderas intenciones. Éste bien pudo haber sido un emocionante drama que se desarrollara en medio de un atraco, pero justo como los secretos que se guardan en su sótano, existe la sensación de que hay algo más, oculto en la historia, que va a ocasionar la destrucción de todos sus personajes.
El habitante sigue a tres mujeres tratando de robar dinero a un político corrupto, pero, de pronto, ellas se ven atrapadas en un drama familiar que las lleva a descubrir algunos secretos sobre José Sánchez y la hija que mantiene atrapada y escondida en el sótano.
El habitante logra verse como una película de alto presupuesto y se puede apreciar que Erwin Jaquez, el director de fotografía, realmente hizo un esfuerzo por ir un paso más allá de los sustos fáciles y darle al proyecto un look macabro que se utiliza al máximo en el contexto de la cinta. Además, el filme se ve diferente porque los valores de producción sugieren que fueron pensados con antelación: pocas escenas en El habitante se sienten apresuradas o hechas al último minuto. Cada detalle, maquillaje, iluminación y cada una de las actuaciones está muy bien definido dentro del contexto de la historia y para servicio de ésta.
El segundo aspecto que es destacable de El habitante es el elenco. Desde la familia al centro del misterio Medina y Gabriela de la Garza hasta las tres actrices cuyos personajes tratan de cometer un crimen Vanesa Restrepo, Carla Adell y María Evoli, todo el cast hace lo mejor que puede para vender la historia. Sin embargo, es Natasha quien brilla en cada escena en la que aparece.
Su interpretación de una niña poseída que insulta y dice groserías con subtextos religiosos es igualmente entretenida y escalofriante, pero aún más importante que eso: es creíble y es justo por su actuación que la película logra su cometido principal de asustar a su audiencia.
A pesar de sus buenas intenciones, El habitante no puede escapar de la conocida y ya visitada historia de posesión demoniaca que hemos visto cientos de veces. El director Guillermo Amoedo trata de salir de los límites de su propia historia dándole contexto a sus personajes mientras forcejea al tratar de hacer una analogía entre los demonios de los que habla la Biblia y aquellos que habitan dentro de nosotros esas memorias y sentimientos que reprimimos y que terminan por matarnos, pero no hay mucho que hacer al respecto cuando el clímax de tu película tiene a un sacerdote bastante caricaturesco tratando de practicar un exorcismo y fallando miserablemente en el proceso.
Las últimas semanas han sido muy buenas para el cine mexicano y El habitante es una película más en la lista de las razones por las que ir al cine en esta época se ha vuelto una experiencia emocionante no sólo para disfrutar una película entretenida en este caso, una de terror, sino también para ver a la industria cinematográfica en México convertirse, poco a poco, en una mejor contadora de historias.